viernes, 30 de junio de 2017

DR FERNANDO PICÓ RIP


                                                Narrar a Puerto Rico
POR FERNANDO PICÓ | 11 DE NOVIEMBRE DE 2011 | 1:10 AM

Una de las grandes aspiraciones del grupo Cerep en los 1970 y los 1980 fue hacer accessible a los puertorriqueños el conocimiento de su pasado. Las publicaciones, la obra de divulgación y los talleres de Cerep aspiraban a familiarizar a sus respectivas audiencias con los grandes asuntos de la historia económica, laboral y política de nuestro pueblo. La Lucha Obrera y el Contrapunto, de Angel Quintero Rivera1), el Desafío y Solidaridad de Quintero y Gervasio García, La Otra Cara de la Historia, de Lydia Milagros González y Angel Quintero2), La Hacienda Azucarera, de Andrés Ramos Mattei, la biografía de César Andreu Iglesias, de Georg Fromm, El Almuerzo en la Hierba, de Arcadio Díaz Quiñones, los trabajos de Jorge Rodríguez Beruff, sobre los servicios de inteligencia de Estados Unidos en el Caribe, El Derribo de las Murallas, de Rubén Dávila, el análisis de las elecciones de 1968 por Marcia Rivera, los trabajos de Marcia Rivera, Isabel Picó y Lydia Milagros González sobre los logros y retos de la mujer, el Sembraron la No Siembra, de Juan José Baldrich, y los trabajos de Nilsa Medina sobre la educación en Puerto Rico fueron algunos de los títulos que engalanaron el esfuerzo generacional de Cerep por una nueva historiografía de Puerto Rico.Cerep no ha sido el único grupo en aspirar a ese esfuerzo. En los 1840 un grupo de estudiantes puertorriqueños en España buscó reunir la documentación histórica sobre la isla en los archivos españoles, y utilizando la recopilación del siglo 18 hecha por Juan Bautista Muñoz logró acopiar los elementos fundamentales de la Biblioteca Histórica editada por Alejandro Tapia. Otras generaciones, en los 1890, los 1930, y los 1950 compartieron ese afán. Desde los 1970 hasta nuestros días los trabajos del Taller de Formación Política han buscado iluminar el siglo 20 puertorriqueño. No hay duda de que en el futuro otras generaciones académicas compartirán el mismo entusiasmo porque el empeño de los historiadores puertorriqueños ha sido lograr entender nuestra sociedad.¿Cuáles son las dificultades principales que confrontan a los que desean historiar a Puerto Rico? Para mí que la primera es los escrúpulos que pueda tener el historiador sobre teoría histórica. Creo que es necesario que alguien lo diga, Doña Teoría No Está Aquí. Cuando tu te enfrentas a la tarea de explicar 500 años de procesos históricos te das cuenta de que todo intento por esquematizar y amoldar tantas instituciones, cambios demográficos, tráfico comercial, movimientos sociales, circulación de ideas y condicionamientos climáticos y geológicos, ni el bizcocho de bandas de la escuela francesa de Annales, ni los brillantes pero ilusos esquemas teóricos de los marxistas británicos, ni el liberalismo lineal de los americanos, con la democracia en la meta, ni el providencialismo histórico de Agustín va a hacer la tarea por ti. Los esquemas son maravillosos en los libros de texto, pero si no quieres estar mochando y ajustando, planchando y arrugando para que los procesos quepan en un esquema, mejor déjalos a un lado. La teoría es una herramienta y como cualquier herramienta no siempre se ajusta a tus necesidades. El eclecticismo teórico es una herejía cuando se menciona en compañía letrada, pero la realidad es que nadie que valga la pena leer es totalmente fiel a una sola teoría, y eso salva a E.P. Thompson, enaltece a Hobsbawm y hace todavía interesante a Marc Bloch.El afán por la teoría marcó a Cerep en sus años fundacionales, pero si Chuco Quintero todavía se estuviera ajustando a Maurice Dobb, no tendríamos Salsa, Sabor y Control. La remora de un marxismo desfasado impidió a algunos escribir y descalificó el trabajo de otros. La teoría te puede ayudar a entender, pero nunca sustituye el trabajo de comprender. La teoría sirve al historiador; el historiador no sirve a la teoría.Otra dificultad grande para poder narrar los siglos de historia puertorriqueña son las numerosas y hondas lagunas que hay en nuestro conocimiento del pasado. Hay períodos mal conocidos, como el siglo 17. Hay períodos cuyo conocimiento muchas veces es anecdótico. Las instituciones son desigualmente conocidas. Para los procesos económicos y sociales a largo plazo a veces solo tenemos algunos contornos. La historia política que manejamos es más una historia de grandes figuras que de ideas y de movimientos de base. Necesitamos una nueva historia cultural que se zafe del dominio de la generación de 1930. No hay una historia del sentimiento religioso, sino más bien de obispos y de iglesias. Carecemos de una buena historia de la vida urbana; lo que tenemos como historia urbana son ataques a San Juan y reseñas de edificios. La lista indudablemente se puede agrandar, y a veces uno piensa que sería mas fácil meramente listar lo que se ha estudiado.Mayor dificultad la plantean los mitos que subsisten entre nosotros, esas historias ejemplarizantes de puertorriqueños bravos y listos de todos los siglos. Para narrar a Puerto Rico a veces hay que sortear las emboscadas que la mitología acordada ha puesto en el camino, Salcedo ahogado por Urayoán, la Rogativa en San Juan disuadiendo al invasor Abercromby, el gobernador Prim fusilando a un prófugo que le ha robado el caballo, y Águila Blanca resistiendo la invasión americana en Guánica, entre otros. El mito es siempre revelador de las aspiraciones y las ansiedades colectivas, pero tomar su relato como algo acontecido y comprobable es señal de indolencia intelectual. El historiador que elude la mitologización no siempre complace; seguramente está en contubernio con algún designio imperialista, está minando la identidad colectiva. Pero si los suizos pueden vivir felizmente sin creer en un flechero Guillermo Tell y uno puede ser plenamente castellano y desconocer al apóstol Santiago como el héroe de la batalla de Clavijo, y aún en Tejas se puede ser americano y negar el cuento de Washington y el árbol de cerezas, yo creo que ya es tiempo que se deje de ahogar a Salcedo para probar el apego a la nacionalidad.Aún con todas las dificultades de la investigación y el análisis, la principal dificultad en armar una historia de Puerto Rico sigue siendo la redacción. Los problemas de redacción rara vez se toman en cuenta cuando se acomete una gran tarea, y a veces es la falta de reflexión en ellos lo que hace que los trabajos se estanquen y se posterguen. Es imprescindible tener clara la audiencia a la cual se dirige una historia de Puerto Rico. ¿Es un público letrado? ¿O son más bien lectores promedios? ¿Es un público internacional? Con la audiencia va el tono que la narración asume. La distancia, el calor, la confianza, la complicidad del lector modulan las estrategias narrativas.Hay muchos recursos literarios que se despliegan al narrar, pero no todos son igualmente útiles con distintas audiencias. Tampoco el despliegue de tablas, gráficas y notas al calce impresionan de la misma manera; hay públicos a quienes estas cosas ahuyentan. Mantener la mirada fija en esa audiencia eventual le da estabilidad a la narración y coherencia al texto.La tentación del redactar es hacer siempre el pasado culminar en el presente, sin darse cuenta que el pensamiento es fluido e inestable. Presentar la lucha para desalojar la Armada de Estados Unidos de Vieques como la culminación de la historia de Puerto Rico, diez años más tarde ya no luce tan apropiado. Me imagino que al día siguiente de que Puerto Rico se haga estado federado, república independiente, o estado soberano y asociado mucha gente correrá a reescribir la historia de Puerto Rico. Pero cometerán igual error, porque diez años después del evento habrá la necesidad de revisar el esquema. El desenlace siempre es movedizo porque nunca hay desenlace final el End of History de Fukuyama quedó desmentido a pocos años de su aparición.Por eso hay que mantrener abierta la comunicación entre el momento presente y el pasado que se descubre, y por eso cada generación necesita narrar de nuevo a Puerto Rico. No hay historias definitivas. Las nuevas generaciones de historiadores se preguntarán si la nuestra sustituyó los viejos esquemas teóricos por las nuevas teorías literarias, si pretendiendo demitologizar al pasado, generó nuevos mitos, pero cualquier cosa que hagan, en esto estarán conformes, que la historia de Puerto Rico queda siempre por hacer


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