martes, 29 de enero de 2013

William Venegas

No sé como llegó a nuestra casa, pero se hablaba mucho de aquel genial autor. Nunca le llamaron Guillermo, siempre fué William. Llegué a apreciarlo sin conocerlo. Me encantaban aquellas canciones: La cabaña, Sigue lloviendo y el que es, el himno de nuestro pueblo. Más tarde William se fue a vivir cerca de casa. Allí vi a aquel hombre blanco, de pelo negro liso, con uno de sus lazos tirados hacia su frente, a lo Jorge Negrete. Quedé impresionado, era el primer hombre grande que veía y quizás al primero que envidié. Andaba con cierta inclinación hacia el frente, como si su cabeza le pesara, por las tantas musas que la atormentaban. Le oí decir que la cabeza donde estaba su cerebro era afectada por la gravedad, cosa cierta, que la energía potencial a la altura de su cuello podía afectarle y se le ocurrió como tantas cosas, que el hombre sería mas sabio si pegara la cabeza a la tierra. Nadie puede saber si sus mejores obras las hizo acostado sobre algún lugar insospechado. Una vez no llegó a casa de su tía, y abrió una libreta y empezó a escribir, Sin que se diera cuenta, yo lo espiaba. Quien sabe lo que escribió, pero no hay duda que era bueno. Era muy original en su forma de ser, escribió una novela llamada Marzo, siguiendo unas reglas de acentuación propias. Fue muy criticado, tuvo que editarse, lamentablemente la edición le quitó mucho de William. Adelantado, pues mucho tiempo después otros autores lo hicieron y nadie se preocupo. Inclusive la Real Academia Española ha aceptado cosas que  suenan absurdas. Para William había algo mayor que el razonamiento, y le llamaba intuición. Es sorprendente que  los católicos le llamen revelación. Trató a los libros de historia como cuentos de mentiras fabricadas. Más tarde me dí cuenta que la Historia de Miller, tenía un punto de vista americano y que Herodoto embellecía sus personajes con cambios manejados, con fines a resaltar ciertas mentiras. Mi mamá fue su  compañera de clases, ella y sus condiscípulos lo encontraban raro, siempre distraído. Que pudiera importarle aquellas lecciones, si su mente esta llena de fantasías, de cosas bellas, de sonoras notas musicales. También fue raro en su adolescencia, hacia lo que se le ocurría sin miedo a la crítica. Las criticas que cayeron sobre el, en su querido pueblo son tan numerosas que llenarían el Coliseo recién construido. Nunca le critiqué, mi admiración no lo permitía. Como gozaba aquellos  artículos y como esperaba que salieran mas de seguido en el periódico. Mi abuelo Juan lo llama William. A veces aparecía en la madrugada. "Juan, Juan, levántate" La prisa de mi abuelo para sentarse con él en las escaleras, a escucharlo por varias horas como estudiante atendiendo al buen maestro. Tenía la virtud de ser buen conversador y su carcajada era tan original y tan contagiosa, que yo me río de una manera similar. Fue muy odiado y mal comprendido, maltratado. Así les pasa a los genios, nadie soporta una luz cegadora, un sol brillante. Y los genios viven a la sombra de esos desprecios tranquilos, sin inmutarse. Para mi William fue grande, grande, aún en sus imperfecciones que también fueron grandes. No se daba lujo con lo pequeño.

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